Para el ambiente.

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Historias Escalofriantes

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domingo, 23 de abril de 2017

El Burdel de las Parafilias: Anofelorastia y flashbacks [Capítulo 6]

Coloca una nueva hoja sobre su restirador, en la esquina superior izquierda se encuentran dos bocetos: el primero muestra a una chica con un vestido hecho de piel y coronada con una diadema de dientes, mientras que el segundo ilustra a un par de gemelas vestidas como bailarinas de belly dance sosteniendo espadas; es el espectáculo que se presentará esa noche.
Sin embargo, esta vez, su jefa, Alyssa Romanova, la hace ponerse cursi debido a que una estúpida pareja de clientes quería celebrar su aniversario en el burdel. ¿Quién carajos celebra su matrimonio en un burdel? Qué idiotez… eso del romanticismo no era para nada lo suyo, y no era parte de su contrato… Bueno, obedecer en todo a Liss era su trabajo, pero cuando se lo planteó, no se imaginó esta situación. Dibuja tres cuerpos destazados formando la típica frase «I LOVE U», dibuja un tache enorme sobre el dibujo. Piensa en hacer algo similar, pero con el símbolo de infinito; lo desecha enseguida, demasiado hipster. Arranca la hoja completamente frustrada y la arroja a la basura donde se encuentra con otra decena de papeles arrugados.
Piensa en llamar a la pequeña Candelaria (la criada que usualmente ofrece bocadillos caníbales a los clientes) para que le proporcione algunos de sus manjares, pero presiente que solo será una distracción. Decide tomar una libreta de dibujo y recostarse en su cama, siempre le ha resultado más fácil inspirarse estando horizontalmente. Abre la libreta y solo consigue usarla como almohada, esa labor le está pareciendo torturante y aburrida; sin embargo, el castigo no duraría mucho y podría continuar con su labor habitual. A decir verdad, aquel era el trabajo que siempre había anhelado, y ni un lapsus de cursilería lo arruinaría. Comenzó a perderse en el recuerdo del día en el que se unió al personal de EL BURDEL DE LA PARAFILA.
—¿Y bien señorita Díaz…, qué piensa de mi oferta de trabajo?
—Me parece bastante buena, quizá demasiado para ser real. Pongamos las cartas sobre la mesa, Alyssa —Liss hizo un ligero gesto de molestia, las personas rara vez la llamaban por su nombre completo—. ¿Qué es exactamente lo que tengo que hacer, y qué me darás a cambio de hacerlo?
—Te encargarás de los espectáculos del burdel, para ello te proporcionaré todo lo que necesites, y como pago podrás hacer uso nuestros servicios siempre que quieras, además de contar con hospedaje y alimento en nuestras instalaciones.
—¿Y qué, nada de dinero?
—¿Para qué necesitarías dinero, Jennifer? —dijo ella adoptando el tono familiar que su interlocutora había tomado—. Tu habitación contará con todo lo que necesites y mucho más, podrás diseñarla a tu gusto.
—Eso de la habitación me suena a que tendré que estar trabajando mucho tiempo. ¿Cuál será mi horario? —La europea no pudo contener una carcajada ante esa pregunta.
—No tendrás un horario, si aceptas el trato pasarás a ser propiedad del burdel y no podrás salir de él. Pero no pongas esa cara, ¿qué puedes perder? ¿Una familia que no te comprende? ¿Una escuela llena de gente que te desprecia? ¿Una sociedad que jamás te aceptará? Piénsalo, aquí puedes realizar cada fantasía que cruce por tu mente, lo que hiciste hace unos días no es más que el comienzo; tienes posibilidades infinitas, recursos ilimitados y vivirás rodeada de lujos y sirvientes que estarán a tu disposición todo el tiempo. Entonces, ¿qué escoges? —Jennifer lo meditó un poco, pero no había mucho que pensar.
—¿En serio no podré salir de nuevo?
—Te daré un día libre al año, y siempre puedes emular un paisaje exterior en alguna de nuestras habitaciones.
—De acuerdo, acepto. Pero hay algo más que quiero como pago —Liss la miró expectante y le hizo una seña con la mano para que continuara—. Quiero información, saber exactamente cómo funciona este lugar. ¿Cómo se mantiene si no cobran a sus clientes? ¿Cómo es que consiguen personas tan hermosas que estén dispuestas a prostituirse? Es decir, no lucían maltratadas ni temerosas, así que no pueden estar secuestradas, y tú misma mencionaste que eran más de trescientas.
—Olvidaba que tú no viviste la experiencia completa del burdel, debí dejarte hacerlo; pero eres tan joven, tan sádica, me recuerdas a mí a tu edad, simplemente no pude hacerlo. Te lo explicaré, o mejor aún, te mostraré un video que te resultará mucho más educativo.
Tecleó en su computadora y le mostró la pantalla a Jennifer. Eran las imágenes de un pedófilo con una pequeña niña pelirroja, que ultrajaba para luego destrozar su cráneo con un martillo y esparcir su semen en los restos. Se hizo un corte en la escena y volvió a aparecer el pedófilo, esta vez esposado y un montón de niñas se acercaban para arrancarle pedazos de piel a mordiscos; finalmente, apareció otra niña pelirroja, y Jennifer tuvo que acercarse a la pantalla, pues era idéntica a la niña que habían asesinado al principio.
—Sí, es la misma chica —le dijo Liss adivinando su pensamiento. Jennifer volvió a mirar atentamente la pantalla, definitivamente era la misma chica o quizá su hermana gemela, y todas ahora empalaban al pedófilo con un taladro gigante.
—¿Matan a los clientes? ¿Entonces cuál es su ganancia? No lo entiendo.
—Sigue mirando.
Habían vuelto a bajar el taladro, un par de criadas limpiaban el cuerpo y lo vestían con ropa limpia idéntica a la que se había manchado de sangre, y luego lo dejaron en un área limpia y se marcharon. Alyssa adelantó la grabación media hora; de pronto, el hombre se levantó y se retiró del lugar como si nada hubiera sucedido. Jennifer casi pega su rostro a la pantalla intentando encontrar algo que indicara que era falso, que aquel era otro hombre, pero no pudo lograrlo.
—¿Qué carajo? Esto no puede ser verdad. Es un montaje, efectos especiales, qué sé yo…
—Dime, ¿cuál fue tu esclavo preferido?
—Daniel Cifer —respondió ella sin dudarlo, aunque no sabía a qué venía la pregunta. Alyssa tecleó algo en su computadora y sonrió perversamente—. ¿Por qué? ¿Acaso estás buscando mi grabación con él? ¿Filman a todos los clientes? ¿Así obtienen dinero, con películas snuff? —No pudo continuar con su mar de preguntas porque el sonido de la puerta la interrumpió.
—Adelante —gritó Liss aún con esa sonrisa maliciosa. La quinceañera miró hacia la puerta, primero con curiosidad, y luego con horror: a unos cuantos metros de ella se encontraba una aparición, un espectro, un joven de un metro ochenta de alto, piel lechosa y atractivo como un Adonis. Daniel, su Daniel Cifer, al que le había destrozado el cráneo con una tina y había cercenado post mortem. Era imposible y, sin embargo, ahí estaba. Debía ser un truco, un gemelo… ¿pero podían tener un suministro infinito de gemelos?
—Daniel, ¿recuerdas a esta chica?
—Por supuesto, la ama Jennifer. Me encantaría volver a verla cubierta de sangre.
No… ese no era ningún gemelo, aquella voz, aquellos gestos seductores, sin duda alguna era el mismo hombre que había compartido una tina sangrienta con ella. Tras decirle a Alyssa que le creía, ella le ordenó al joven que se retirara.
—Ahora tengo más dudas que nunca… ¿qué es este lugar? ¿Cómo es que él sigue vivo… y entero?
—Ah… es una historia bastante larga… ¿Estás segura de que quieres escucharla?
—Por supuesto, mientras más larga y detallada, mejor.
Entonces Jennifer esperó atentamente a que comenzaran a relatarle aquella historia, la historia de Alyssa Romanova y, sobre todo, la historia de El Burdel da la Parafila... Ella tomó aliento, y comenzó:
Era una noche cálida de primavera hace nueve años, ahí estaba yo, nuevamente, en ropa interior con encaje, salpicada de sangre, fumando uno de mis Benson mentolados, recostada en la gigantesca cama de un hotel cinco estrellas y al lado del flácido cuerpo de la última de mis víctimas. Sus sesos están esparcidos en la almohada y, por como se siente mi frente, sospecho que también en mi rostro. Realmente no quiero hacer esto por siempre. Sí, al principio eso de seducir hombres adinerados para luego asesinarlos y hurtar su dinero es divertido, pero quiero algo más, iniciar un negocio, en específico pienso en un burdel al estilo europeo, pero no uno común, quiero que sea algo espectacular.
Me termino mi cigarro y me desnudo para quitarme de encima los restos de Manuel… ¿cuál era su apellido? Da igual, lo único que recuerdo es que era bastante sensual, es por eso que me lo follé antes de matarlo; los feos o viejos apenas sobreviven más de cinco minutos tras entrar en la habitación.
Bajo la ducha sigo pensando en mi burdel soñado y me convenzo de que sería todo un éxito; hasta donde sé, no hay nada parecido en esta ciudad. Desarrollo más la idea: tendría cuartos temáticos, innumerables vestuarios, cientos de prostitutas de primera, y el sueño se desmorona de nuevo… Para un proyecto así necesitaría mucho más dinero del que obtengo con estos sujetos.
Salgo del baño y me miro en el gigantesco espejo que cubre en su totalidad la pared lateral de la habitación. Mido un metro ochenta, mi cabello lacio llega hasta mi delgada cintura, tengo pechos grandes y firmes que hacen juego con un bien proporcionado trasero, además de marcados rasgos europeos heredados de mi padre. No hay necesidad de modestia fingida, soy muy atractiva, podría fácilmente engatusar a uno de esos millonarios para que se casara conmigo, pero esa no es la clase de vida que me interesa, y, en esta época, asesinar a un esposo no resulta tan sencillo.
Quizá este desquiciado sueño tenga que esperar un poco. Si dejo de derrochar en atuendos costosos, spas y restaurantes de lujo podría conseguir el dinero suficiente en un año o dos. ¡Ja!…, ¿a quién engaño? Amo todas esas banalidades costosas.
Pienso momentáneamente en mi ex, un sujeto adinerado y atractivo; de haberme quedado con él ahora podría estar asoleándome junto a la piscina en alguna de sus gigantescas casas. Pero también podría estar en un hospital con las costillas rotas o gimiendo ante sus duras embestidas. Eso era lo único que hacíamos, pelear y tener sexo violento hasta quedar agotados. Fue bueno los primeros años, pero terminé hartándome de todo eso. Decido olvidarme del «hubiera»; de cualquier forma, odio los baños de sol, Zaireth puede quedarse con su agua clorosa.
Me visto nuevamente y tomo la cartera de aquel hombre; su credencial de elector dice que su nombre es Manuel Rodríguez. Me llevo el dinero y su tarjeta de crédito (conseguí sacarle su pin a mitad de un inmenso orgasmo), y antes de irme le echo un vistazo a la escena, sonriendo; la mucama va a tener mucho trabajo por la mañana.
Vacío la cuenta del hombre; tristemente, apenas son treinta mil pesos. Me deshago de la tarjeta y regreso a mi hogar, un departamento espacioso de decoración austera pero bien elegida. Limito mis compras compulsivas a ropa, zapatos y alcohol que siempre deben ser de la mejor calidad.
Tras comer y dormir un poco, elijo mi look de la noche: una peluca castaña corta, un ceñido vestido strapless y un par de tacones que me hacen lucir gigantesca en comparación con las mujeres de esta ciudad.
Reviso mi agenda y reafirmo el lugar al que acudiré esta noche, una fiesta de beneficencia llena de políticos y celebridades, lugar perfecto para ir a cazar. Por supuesto, tendré que elegir a alguien que no esté demasiado en la mira de la prensa o tendré problemas. Al llegar, puedo colarme entre los invitados gracias a mi físico y un poco de ingenio… Comienza la cacería. Me dedico a descartar a los más famosos, a los acompañados y a los demasiado jóvenes. Por fin, encuentro a una buena presa, atractivo, en sus treintas, porta un reloj bastante caro al igual que todo su atuendo. Su aspecto se mira muy trabajado, así que comienzo a suplicar que no sea gay…
Resulta que no lo es, y que es dueño de una empresa multinacional. Vuelvo a considerar la opción de un matrimonio por conveniencia, pero sigue sin ser mi estilo, quizá pueda torturarlo hasta que acceda a hacer una muy buena transferencia de dinero a alguna de mis cuentas, ya lo decidiré en el hotel.
Por supuesto, él paga una suite y yo mantengo un bajo perfil. De acuerdo a mi modus operandi, me lo follo antes de comenzar mi verdadero propósito; él resulta ser bastante agresivo, y aunque eso me agrada, no lo salvará de una muerte segura. Evidentemente, no conseguiré nada de él por las buenas, así que extraigo mi .45 de mi bolsa y lo amenazo. Contrario a lo que imagino, él comienza a reírse a carcajadas.
—¿Crees que esto es un juego, imbécil? —le digo furiosa y le disparó en el muslo izquierdo, mientras que él solo se ríe más fuerte, aun cuando comienza a sangrar. Mi ira aumenta y le disparo en el abdomen, y él solo toca la sangre brotante sin dejar de reír. Me exaspero y le disparo en la cabeza; él cae al piso, y me acerco para dispararle dos veces más esparciendo sus sesos por el suelo. Demasiado frustrada, busco su cartera en sus pantalones que habían quedado en el suelo sabiendo que tendré conformarme con el dinero que encuentre ahí. Dudo que sea mucho, ya nadie carga efectivo.
—Liss… Liss… Liss… —Volteo alarmada al ver que aquel hombre está detrás de mí, salpicado de sangre, pero sin marcas de bala—. ¿No deberías asegurarte de que tu víctima esté muerta antes de husmear en sus pertenencias? —No podía explicarme lo que sucedía… ¿cómo seguía vivo? ¿De verdad era el mismo hombre? Miro detrás de él, confirmando que no había ningún cuerpo en el suelo. Tengo tantas incógnitas que resolver, y solo puedo formular la más estúpida de ellas:
—¿Cómo sabes mi nombre? —Él no me lo había preguntado en toda la noche, y yo tampoco me había molestado en decírselo.
—¿En serio es eso lo que vas a preguntarme? ¿Nada acerca de cómo saqué esto de mi cabeza? —pronunció divertido mientras mostraba tres balas sobre su palma—. Te conozco, Liss, te he vigilado desde hace tiempo, aun antes de que comenzaras tu pequeña carrera criminal, y debo decir que me agrada tu forma de pensar.
—¿Quién eres? —A pesar de la extraña situación, recupero la compostura. Claramente no era un ser humano, pero tampoco quería dañarme, o ya lo habría hecho.
—Eso no es importante, sino lo que vine a ofrecerte, la oportunidad de cumplir tu anhelado sueño.
—El burdel… —pronuncio enseguida, y la sonrisa en su rostro me indica que estoy en lo correcto—. ¿A cambio de qué?
—Dolor, sufrimiento, muerte; tú eres una experta en ello.
—¿Entonces me construirás un burdel solo por seguir asesinando?
—Yo no haré nada, mientras más dolor y malicia traigas a este mundo, el burdel será más grande. ¡Imagínalo, Alyssa! —Mi mente se llena de vívidas imágenes de personas realizando orgías en una elegante estancia, cientos de cuartos de temáticas tan diversas desde un circo hasta un cementerio, habitaciones repletas de seductoras mujeres preparándose para complacer a los ansiosos clientes y un gran escenario con un espectáculo digno de un teatro parisino; era tan real que podría jurar que había estado ahí. Seguramente aquel ser estaba jugando con mi mente, pero aun así la propuesta es sumamente tentadora.
—Bien, acepto el trato.
—En ese caso, necesito que cometas tu primer asesinato para mí —dice entregándome el revólver.
—Claro, ¿a quién tengo que matar?
—A ti misma. —La respuesta me sorprende, aquello no tiene lógica alguna. Pienso en cómo las balas no lo dañaron a él y en lo poco que puedo perder. Respiro hondo, abro la boca, apunto hacia arriba y jalo el gatillo. Pierdo la conciencia.
Cuando despierto, reencarno o lo que haya sucedido, estoy en el lugar que había visto en sueños; es mucho más pequeño, pero es el mismo sitio, sin duda alguna.
—Este lugar es tuyo, Alyssa, para disponer de él como gustes. Irás descubriendo que es un buen negocio inicial, y que mientras cumplas con nuestro trato, crecerá ilimitadamente; de lo contrario, irá derrumbándose poco a poco. Todo depende de ti.
—Entonces… ¿eso es lo que pasa? ¿Todos son inmortales en el burdel? Pero… ¿y los clientes?
—No somos inmortales, Jennifer, ya estamos muertos. Somos una especie de súcubos e íncubos, por decirlo de alguna forma. Mientras que el lugar se alimenta del dolor y la muerte, nosotros nos alimentamos del placer, ya sea propio o de los clientes. Es por eso que nombré este lugar «El Burdel de las Parafila»: mientras más retorcido e intenso sea el placer que provocamos, nosotros nos fortalecemos. Con respecto a los clientes, tenemos la facultad de revivirlos y restaurar su cuerpo, aunque no lo hacemos del todo, ya que conllevaría un gasto mayor de la energía que obtenemos de ellos. Por lo tanto, les quedan unas cuantas secuelas, pero nada que resulte intolerable.
—De acuerdo… pero, ¿yo qué tengo que ver en todo esto? ¿De qué podría servirte mi ayuda? Por lo que veo, el burdel ya es lo suficientemente grande, y debes tener suficientes clientes para mantenerlo así.
—Claro que hay muchos clientes, cientos de ellos, pero solo un mínimo de ellos son violentos o sumisos. Quiero que crees espectáculos para que les muestres el erotismo en la sangre, que dejen de lado su temor y se aventuren a probar lo que han visto en escena, que golpeen, torturen y maten para luego volver y pedir hacerlo de nuevo. Eso es lo que necesito, lo que necesita el burdel para no volver a ser una pocilga. Así que, ¿qué me dices?
—¿Crear espectáculos gore para alimentar a un lugar sediento de muerte y a un montón de súcubos? Me parece bien, ¿dónde firmo? —No había rastro de sarcasmo en la voz de Jennifer, ella de verdad ansiaba ese empleo.
—Bueno, tendrás que hacer algo más que firmar. Eres una chica lista, supongo que ya te lo imaginarás… —En efecto, Jennifer lo había deducido antes de que Alyssa le pusiera el revólver delante. Lo tomó, apuntó directo a su sien derecha y disparó.

Definitivamente, ese había sido el momento más desagradable de la entrevista. Aunque no recordaba haber sentido dolor alguno, el terror psicológico fue suficiente; pero ahora que estaba muerta no notaba ninguna diferencia, pues la comida sabía igual, su cuerpo se sentía igual, nada parecía haber cambiado y muchas veces se preguntaba si de verdad había fallecido, mas nunca le daba mucha importancia.
Volvió al presente, tenía que terminar su proyecto para el show de la próxima semana y su mente estaba completamente en blanco. Miró la hora y se rio histéricamente con su vocecilla aguda, para ese momento Alyssa estaría terminando con otra entrevista y tendría que acudir a su cita con el cliente que la solicitó en su fantasía. Moriría —otra vez— por ver su reacción cuando aquel hombre entrara a la habitación, aunque sería aún mejor presenciar el castigo que le propinará por su osadía.

Iluision

 

Una mañana cansados de la rutina unos amigos mi novia y yo planeamos un viaje para conocer un pequeño pueblo famoso por sus amplias zonas de exploración y relajación llamado “El Sendero Purificador” , así que pedimos informes nos registramos en su hotel y planeamos el viaje.
Días después nos reunimos en mi casa en la madrugada (como habíamos acordado) para salir de viaje, asi que partimos.
Al principio todo marchaba bien tomábamos turnos para manejar, parábamos en estaciones de servicio para comprar botanas, era demasiado agradable realmente me sentía bien, todo marchaba de acuerdo al plan…. no sabía que el viaje no terminaría de la misma forma
Nos estábamos acercando a nuestro destino, era una zona boscosa muy fría y había un densa neblina pero nuestro ánimo no decayó, así que seguimos jugando bromas y planeando nuestras actividades estando ya dentro del hotel, seguimos el camino de neblina por horas, al principio pensábamos que íbamos en la dirección correcto pero al paso del tiempo nuestras preocupaciones empezaron a aumentar, intentamos tranquilizar a las mujeres que iban con nosotros, estaban desesperadas intentando llamar a casa pero sin éxito no había cobertura en esa zona, la gasolina estaba a punto de terminar así que decidimos parar en una pequeña comunidad rural que encontramos para cargar gasolina y esperar a que mejorara el clima.
Baje del auto junto con Alan y Greco (mis dos amigos) dejando a mis Amigas (Nadia y Maria) y a mi novia (Karina) dentro de la camioneta.
El ambiente fuera de la camioneta era angustiante hacia mucho frio y poca visibilidad por la espesa neblina así que avanzamos hasta topar con una gran casa, Era una casa hermosa a pesar de ser muy vieja tenía una elegancia inimaginable, nos acercamos y tocamos la puerta, unos segundos después abrió la puerta un hombre de apariencia extraña, tenía alrededor de unos 50 a 55 años con una vestimenta típica de granjero y un acento típico de esa zona, le pedimos alojamiento en lo que pasaba el mal tiempo para poder buscar gasolina. El viejo lo pensó y acepto, con la condición de que nos quedaríamos en un cobertizo cercano ya que no quería que entráramos a su casa, aceptamos el trato y regresamos por ellas.
Parecía un golpe de suerte, el lugar era espacioso tenia buen lugar para dormir, una televisión antigua e incluso el señor nos ofreció una gran cena.
Pasaban las horas y el clima empeoraba, hacia frío y comenzó a llover perdimos, no había señal de televisión en esa zona por lo cual veíamos filmes que el señor nos ofreció todos eran muy viejos pero no había alguna otra distracción.
Decidimos pasar la noche ahí, asi que me acosté en un colchón junto con mi novia, y me quede dormido.
Pasaron por lo mucho 2 horas cuando Karina me despertó, estaba asustada decía que veía por la ventana a alguien encapuchado con un rostro horripilante observándonos, “No hay nadie afuera con este clima, estas nerviosa, solo necesitas descansar, tu mente te está jugando una mala pasada” le dije. “Estoy segura que vi algo” respondió. “Está bien, me quedo despierto contigo si te hace sentir tranquila” conteste. Acepto y nos quedamos sentados intentando no alterar a los demás.

Pasaron unas cuentas horas todos estaban dormidos menos yo, pensé en lo que me había comentado Karina y empezó sugestionarme, intentaba no ver hacia la ventana, la curiosidad me gano, voltee a ver la ventana estuve observándola durante un rato hasta que vi esa silueta de rostro humanoide observándome fijamente con unos ojos negros y penetrantes y con una sonrisa diabólica, giré la cabeza hacia otro lado. El miedo se apoderó de mí, volví a mirar hacia la ventana: ya no estaba. Escuché un murmullo que se acercaba lentamente hacia mi; intenté huir pero quedé atrapado. Me tomó del cuello con sus frías y desfiguradas manos, seguía hablándome pero no podía entenderle, estaba aterrado, hasta que me desmayé.
Cuando desperté, miré a mi alrededor: todos estaban muertos, era una masacre. Mis amigos, mi novia todos menos yo. Salí a pedir ayuda al anciano pero al ver la casa otra vez me di cuenta de que estaba en ruinas: nunca existió ese anciano. Me observe en un espejo roto y me di cuenta de que tenía las manos llenas de sangre: yo los había asesinado.

 

 


 


¿HACIA DONDE VAMOS AL MORIR?

través de la historia se han creado diferentes mitos sobre este tema que supone uno de los mas intrigantes que podría tener la humanidad. ¿Qué pasa después de morir?
A continuación les dare mi perspectiva basada en mis estudios de Para psicología, Proyecciologia y Espiritualidad, junto con mi experiencia en el desdoblamiento astral.
Primero hay que entender que todos estamos vibrando todo el tiempo a cierta frecuencia, esto nos hace que atraigamos/sintonicemos con lo que vibra igual a nosotros.
Entonces, las personas al morir básicamente van al plano donde su frecuencia vibratoria sintoniza.
Habiendo entendido esto, podemos entrar en detalle en los diferentes planos a donde uno puede sintonizar.
*Los planos de creencias o medios:
Estos planos se caracterizan por ser los "cielos" "infiernos" "purgatorios" que dictan ciertas religiones. Por ello, las personas que generalmente incurren en estos planos son las que tienen una vibración media, con la creencia de que iba ir hacia uno de estos planos al morir.
Como podemos ver, las creencias influyen mucho mas de lo que pensamos. También es de decir que muchas veces en estos planos, después de un tiempo convencen a las personas de reencarnar en la tierra para seguir evolucionando, aprendiendo y pagando su karma de la vida anterior. Esto realmente es una total mentira con tal de seguir manteniendo al rebaño en este círculo vicioso, pero ya seria otro tema que tratar.
*Los planos densos/bajos
Estos planos son aquellos hacia donde van las personas con una vibración densa/negativa/baja. Aqui podemos generalizar en suicidas, asesinos, psicópatas, gente que muere de forma forma violenta, abusadores, drogadictos, etc.

martes, 18 de abril de 2017

El Burdel de las Parafilias: Incesto y voyerismo [Capítulo 5]

 

—¿Qué diablos te pasó en el ojo? —le preguntó Alice a su mejor amiga, a la cual parecía que le hubieran propinado una buena paliza.
—Si te lo contara, no me lo creerías…
—Vamos, te conozco desde la primaria, sabes que puedes contarme lo que sea.
Su interlocutora meditó un poco, hasta que por fin se decidió a hablar.
—Bien… ¡cumplí mi fantasía! ¡La de Bundy!
—¡Pero es imposible! —argumentó ella, completamente incrédula.
—Eso creí yo, ¡pero sucedió! No lo sé… conocí un lugar bastante extraño, podría decir que tiene algo de sobrenatural.
—¡Dame la dirección!
—¿Qué piensas hacer?
—No puedo decirte, pero sé que si pudieron conseguirte a Bundy, podrán satisfacerme.
Tras toda clase de chantajes para que le revelara su fantasía, sin conseguirlo, su amiga le proporcionó la dirección y las indicaciones pertinentes, omitiendo, por supuesto, la parte del pago. Una hora después, Alice ya estaba de camino al lugar. Tenía algo muy claro en mente, o mejor dicho, a alguien: su padre.
Sus progenitores se habían divorciado cuando ella tenía once años, no entendía por qué, ellos parecían amarse demasiado y nunca los vio discutiendo. Se quedó al cuidado de su madre, que se negó a darle explicaciones; lo único que llegó a decirle fue la gastada frase «él no era quien yo pensaba»; Alice asumió que se había tratado de adulterio y dejó de hacer preguntas.
Descubrió la verdad cuatro años después debido a una perversa amiga que le envió «un video muy interesante», en el cual aparecía una mujer extremadamente delgada siento penetrada brutalmente por un hombre con un miembro tan gigantesco que se le marcaba a la chica en el vientre. Parecía que en cualquier momento la piel se le destrozaría y ese pene saldría ensangrentado como en aquella escena de Alien.
En definitiva, se trataba de un espectáculo entretenido, pero lo que realmente la impresionó fue el momento en que se amplió la toma, y reconoció a su padre como aquel folla-anoréxicas. Se dijo que era imposible, leyó los comentarios bajo el video averiguando que aquel sujeto se hacía llamar «Nacho Sixxx». Una rápida búsqueda en Google confirmó sus sospechas, se trataba de Ignacio Borges, su padre; tal parecía que era toda una celebridad en el porno bizarro. Se dedicó a mirar sus videos, hacía de todo: coprofilia, necrofilia, formicofilia, incluso había hecho un trío con un perro y una enana sadomasoquista. Ahora comprendía por qué su madre se había escandalizado, aunque a ella le pareció sumamente excitante y habitualmente fantaseaba con participar en uno de sus peculiares videos. Se había contenido de comunicarse con él por temor a su reacción y a que su madre pudiera enterarse, pero ahora que se presentaba la oportunidad, no pensaba desperdiciarla.
La entrevista con Liss le resultó sumamente distrayente, pues la europea llevaba un minúsculo vestido con un pronunciado escote delantero que apenas cubría sus grandes y firmes pechos. Por su parte, Alyssa se encontraba bastante molesta por tener que vestirse como mujerzuela, así que decidió terminar rápidamente aquella conversación con esa adolescente delgada y bajita que poseía una melena pelirroja leonina que le llegaba hasta los hombros, pensando que lucía como una Tutsie Pop, y a pesar de su mal humor, esbozó una sonrisa.
—Señorita Borges, ¿en qué puedo ayudarla?
—Me gustaría tener sexo con mi padre —dijo ella sin titubear. El rostro de Liss no se inmutó ante la incestuosa frase, era algo sumamente común en su trabajo—. Se llama Ignacio Borges, aunque es mejor conocido como Nacho Sixxx.
—¿El actor porno? —Esta vez sí podía percibirse un ápice de sorpresa e interés en la expresión de Liss, Alice asintió, casi orgullosa—. Bien, será un honor tenerlo en mi burdel, soy admiradora de su trabajo y no había tenido la oportunidad de colaborar con él. ¿Ha pensado en algún escenario en específico?
—Sí, un circo, pero no como uno de los actuales, sino al estilo antiguo, con fenómenos.
—Ahora es un poco despectivo llamarlos de esa forma, pero entiendo a lo que se refiere. ¿Está interesada en alguna deformidad en particular?
—No, sorpréndeme, con unos tres o cuatro bastarán, y además me gustarían un par de animales y un disfraz de arlequín.
—De acuerdo, su habitación estará lista en una hora y media, aproximadamente; durante ese tiempo puede presenciar nuestro espectáculo del día y posteriormente acudir a nuestra bodega de vestuarios para escoger su atuendo; la criada la conducirá a donde guste.
—Solo una cosa más, no le mencione a él quién soy. Quiero que todo el asunto se maneje como si estuviera grabando otro de sus videos —Alice había decidido que quería darle la sorpresa ella misma. Antes de retirarse, quiso despejar una duda, odiaba quedarse con la curiosidad—: Disculpa la pregunta, pero… ¿siempre recibes a los clientes vestida de esa forma?
—Por fortuna, no, a uno de nuestros usuarios frecuentes se le ocurrió incluirme en su fantasía, y bueno… tengo que encontrarme con él en un momento. —Liss condujo a la chica a la salida de su oficina y le presentó a la pequeña criada.
La joven de la enmarañada cabellera llegó cuando el espectáculo ya había comenzado, así que no pudo sentarse hasta el frente como le hubiera gustado, pero como el lugar no era demasiado grande, tenía buena visibilidad. Reconoció de inmediato la canción que estaba sonando, se trataba de un extraño remix de Sisters of the Light de Xandria con música oriental.
En el escenario, se encontraban un par de gemelas de piel morena con tintes dorados, llevaban atuendos de belly dance góticos y portaban vistosas joyas sobre la cabeza, los antebrazos y los tobillos; a Alice le parecieron como princesas hindúes de inigualable belleza y delicada figura. Cuando por fin pudo desviar la mirada de aquellas hipnóticas mujeres de minúscula cintura, pudo ver que sobre ellas había un hombre corpulento boca abajo, sostenido únicamente por cuatro ganchos que se habían clavado en los extremos de su espalda, y a sus costados pendían un par de largos trozos de tela violáceos.
Las chicas bailaban tan coordinadamente que una persona poco observadora podría creer que se trataba de una sola mujer frente a un espejo. Por supuesto, la ilusión se perdió cuando una de las chicas comenzó a envolver sus brazos con las telas y a elevarse sobre el hombre que pendía del techo, realizando toda clase de acrobacias con ayuda de aquellos grandes listones. Por su parte, la otra gemela caminó hacia un estante lleno de largas varillas metálicas (el cual Alice no había notado hasta ese instante), y tomó una de ellas sin dejar su danza ni siquiera cuando clavó aquella varilla en el pecho del hombre colgante y algunas gotas de sangre la salpicaron. El hombre exclamó de dolor, pero fue apenas audible por el elevado volumen de la música. Ambas chicas seguían con el espectáculo, una contoneándose en el aire y otra sobre la plataforma mientras seguía clavando varillas, cada vez más rápido, en el torso del hombre que profería maldiciones al tiempo que su sangre se derramaba sobre el escenario y la bailarina.
Cuando le hubo clavado al menos veinte varillas que formaban un amplio círculo en su cuerpo, continuó su danza mirando a su hermana, que se había elevado aún más enrollando la tela desde sus tobillos hasta sus rodillas, y que, abruptamente, se dejó caer sobre la víctima de su gemela girando a causa de la tela que se desenvolvía; cayó directo en el centro del círculo que se había formado y atravesó el cuerpo, llenándose de sangre y vísceras, además de quedar rodeada por las varillas que habían cedido junto con la piel. Su gemela retiró algunas de las varillas, la ayudó a bajar, y así, cubiertas del pegajoso líquido rojo, se besaron febrilmente para finalizar con una pequeña reverencia frente al público, que aplaudió hasta que les dolieron las palmas (incluida, por supuesto, Alice).
El show había animado a la pelirroja, ahora le correspondía representar su propio espectáculo. Le pidió a la criada que la dirigiera hasta lo que Liss denominaba la «bodega de vestuarios», esta en realidad lucía como los bastidores de un enorme teatro y era más grande que el departamento en donde ella vivía con su madre. Había cientos de hermosos disfraces exquisitamente confeccionados, mas ella no se dejó distraer de su propósito inicial y siguió buscando hasta que encontró un magnífico atuendo de arlequín que al parecer era de su talla; se trataba de un vestido corto con rombos en rojo y negro, un gorro de dos picos con cascabeles en ellas y unas largas botas de puntas enroscadas. Cuando se lo probó, notó que le sentaba a la perfección, era justamente lo que estaba buscando. Para su maquillaje, escogió una mezcla entre un mimo y Emilie Autumn. Finalmente, se colocó el gorro, dejando que mechones de su alborotada melena emergieran de él. Se miró complacida en un espejo de cuerpo completo y salió al encuentro de su guía, siendo tiempo de acudir a su cita; la mujer le indicó que le correspondía el cuarto -108 y le entregó una gran llave antigua.
Caminó velozmente el largo tramo hasta la habitación -108 con el corazón acelerado. El cuarto tenía un enorme portón de madera, y en él una puerta de menor dimensión en la cual estaba grabado el número. Alice estaba tan ansiosa que no pudo introducir la llave al primer intento; cuando por fin pudo abrir la puerta, sintió la fuerte oleada al aroma a circo, una mezcla de palomitas de maíz, tierra húmeda, algodón de azúcar y animales; inmediatamente después de percibirlo olfativamente, su vista lo asimiló todo: los puestos de comida, los animales enjaulados y la gran carpa con enormes carteles vintage que tenían dibujos de los fenómenos que se presentaban en ella. Por último, sus oídos percibieron la clásica e inconfundible música alegre que representaba aquel lugar.
Se introdujo casi corriendo en la carpa haciendo sonar sus cascabeles, y se encontró con un amplio lugar vacío, a excepción de unos curiosos personajes que se encontraban en el centro del lugar.
—Tú debes ser la directora, yo soy Nacho Sixxx —se presentó su padre, disfrazado de domador de leones. Alice apenas contuvo las ganas de decirle que ella bien sabía quién era, y le siguió la corriente proporcionándole un nombre falso, «Arleen»—. Te presentaré a nuestro equipo del día.
El actor porno comenzó a hablarle del personaje más vistoso que se encontraba en el lugar: Betty, la viuda negra, nombrada así por su gran parecido con Betty Page, y su tendencia a asesinar a sus amantes y por poseer tres pares de brazos que controlaba a la perfección, como comprobó la chica cuando la saludó con todos los del lado derecho. A su lado se encontraba el poderoso Magnus, una mole de dos metros de alto y doscientos kilos de puro músculo, que además tenía la peculiaridad de tener dos penes, uno situado pocos centímetros encima del otro. Un metro cincuenta más abajo de él, se encontraba un enano bicéfalo hermafrodita, cada uno de sus rostros parecía pertenecer a un sexo diferente y ambos lucían un tanto aniñados, haciéndolo parecer un infante deforme; respondía al nombre de Glen y Glenda. Por último, se encontraba reptando en el suelo Amelia, la Viperina; se trataba de una mujer sin brazos ni piernas que poseía una larga lengua bífida y unos grandes y afilados dientes.
Además del bizarro descrito, contaban con un camarógrafo, un león y un elefante, y podían disponer de cuanto hubiera en el circo. La chica pelirroja quedó bastante conforme, y más aún cuando Ignacio le informó que todos tenían indicaciones de hacer cuanto ella pidiera. Alice apenas podía controlar su impulso de saltar sobre su padre y desnudarlo en ese preciso momento, pero uno de sus mayores placeres era el voyerismo, así que igualmente disfrutaría ver a aquellos extraños seres copular.
Asimiló enseguida su rol de directora y les indicó cómo deseaba la primera escena, además de ordenarle al camarógrafo cómo debía grabarla. La mujer araña comenzó a besar alternativamente las cabezas del enano mientras sus brazos lo despojaban de su ropa, dejando al descubierto su cuerpo de niño. A su vez, Amelia se encontraba realizándole una felación al león enroscando su larga lengua en su peludo miembro, y moviéndola ascendente y descendentemente hasta que el animal se encontraba tan excitado que comenzó a inquietarse. Lo condujeron hasta Betty, que tenía sus seis brazos ocupados complaciendo a Glen y Glenda, estimulaba su pequeño miembro y su vagina al mismo tiempo que acariciaba el resto de su diminuto cuerpo, causando que sus dos cabezas gimieran de placer.
La mujer araña estaba tan distraída que la penetración del león la tomó por sorpresa y soltó un estridente grito; Nacho le propinaba fuertes latigazos al león para que la embistiera cada vez más fuerte y este, en su excitación, arañaba la espalda de la mujer, llevándose en sus garras trozos de su piel y dejando en su lugar largas líneas rojas de las que manaba sangre.
Perdida entre el placer y el dolor, Betty comenzó a estrujar los cuellos del hermafrodita sin dejar de estimular sus aparatos sexuales manual y oralmente, de lo contrario habría notado cómo aquellos rostros aniñados cambiaban su tono rosado a uno violáceo antinatural, sus globos oculares sobresalían rojizos sobre las cuencas y sus regordetas manos se sacudían intentando liberarse. Estiró uno de sus brazos para tocar la melena del león, atrayendo su cabeza a la suya, y cuando este rugió cerca de ella, estalló en placer.
Al notar que el hermafrodita había muerto asfixiado, simplemente lo ignoraron. Alice se rehusó a sacarlo de la escena, de hecho, el asesinato de aquel pigmeo le dio la idea de transformar su video del porno al gorno; le comentó su idea a Nacho, al cual le fascinó. Realmente, aquellos engendros no le importaban, observar su comportamiento sexual era entretenido y ciertamente estimulante, pero su objetivo real era el hombre disfrazado de domador.
—No será complicado, son un grupo autodestructivo —le dijo con convicción.
La siguiente escena comenzó con la mujer araña siendo penetrada por los dos grandes miembros de Magnus a la vez que Amelia lamía su clítoris con las puntas de su lengua dividida. Ignacio, sujetando al león por su correa, se acercó a la gimiente mujer que retorcía sus seis brazos de placer y comenzó a untarle los pezones y el cuello con leche, provocando que la fiera lamiera su piel; la rasposa lengua del animal le causaba un inigualable placer que fue transitoriamente de su pecho hacia su cuello, donde, inesperadamente, Nacho dejó caer una enorme cantidad de leche, causando que el león la lamiera con desesperación e incluso comenzara a morder al clon de Betty Page, arrancándole la piel mientras ella intentaba apartarlo con sus seis brazos sin lograrlo; animado por el sabor de la carne, la bestia no dejó de morder hasta que aquellos anormales brazos dejaron de moverse, y el domador lo apartó.
El cuerpo de la seudo pin up lucía ahora semidecapitado, pues el león había devorado solo parcialmente su cuello y la cabeza aún oscilaba, apenas sostenida por mínimo trozo de piel, ante las embestidas de Magnus. Asimismo, Amelia continuaba recorriendo aquel cuerpo inerte con su larga lengua, tal vez con más entusiasmo ahora que se encontraba ensangrentado; pero inconforme con la miserable cantidad de rojizo fluido que podía lamer, empezó a mordisquear las musculosas piernas de Magnus, sorbiendo la sangre que manaba de las heridas como una sanguijuela.
Cuando los reflejos tardíos de Magnus lo alertaron de lo que estaba sucediendo, enfureció, arrojó el cuerpo de la mujer araña como si se tratara de una muñeca de trapo y cayó con fuerza al suelo torciéndose de forma inhumana; irónicamente, lucía como una araña a la cual le habían aplastado la cabeza.
El musculoso hombre miró al ser sin extremidades aún adherido a una de sus piernas, lo tomó de la cabeza con una de sus gigantescas manos y lo llevó debajo del elefante; bastó con que lo masturbara un poco con su mano libre para que reaccionara. Sujetó a la sanguijuela humana de los costados y la empaló en el gigantesco y áspero miembro del paquidermo causando que la amorfa mujer emitiera escalofriantes gritos de dolor. Él continuó empujando ese compacto cuerpo contra el animal con tal ímpetu que de la boca de la chica comenzó a brotar sangre; probablemente alguno de sus órganos internos se había destrozado, pues no estaban acostumbrados a albergar un huésped de tal magnitud. Calmada su ira, Magnus dejó aquel cuerpo empalado que finalmente cayó cuando el elefante perdió su monstruosa erección.
Con aquella mole convenientemente agachada bajo el colosal animal y consciente de que era el último de los fenómenos, Nacho le ordenó al elefante que corriera hacia él, aplastando al engendro restante como si se tratara de un insecto cualquiera.
Ahora, sin aquellos anormales seres (que habían resultado un buen incentivo), no había nada entre su anhelado amante y Alice; ella le indicó al camarógrafo que podía retirarse y este obedeció gustoso.
—Quiero que grabemos una sesión privada —le dijo la pelirroja a Nacho, el cual estaba ansioso por sacar el monstruo de treinta y cinco centímetros que tenía bajo los pantalones.
Alice se aseguró de que la cámara encuadrara lo que ella deseaba, pulsó el inconfundible botón rojo y se acercó a Nacho con el corazón acelerado. Se paró sobre las puntas de sus pies para poder alcanzarlo y besó sus labios con una ternura que pronto se transformó rápidamente en pasión; Nacho tomó una de sus pequeñas manos y la dirigió hasta su abultada entrepierna.
A la joven le pareció increíblemente grande, así que decidió mirarlo con sus propios ojos. Lo despojó torpemente de su ropa y, así, tuvo frente a su rostro el famoso pene de Nacho Sixxx (quizá aún más famoso que él mismo), comprobando que lo que había visto en los videos era cierto, aquello era gigantesco.
Lo tomó con ambas manos y comenzó a lamerlo casi con devoción hasta que recuperó la compostura y trepó al elefante con la agilidad de una gimnasta, haciéndole señas a su padre para que la siguiera. Él obedeció sin perder su gran erección y, al llegar hasta ella, la cargó con un brazo, despojándola de sus bragas, y luego la colocó sobre su descomunal miembro; a pesar de lo excitada que se encontraba debido al espectáculo de los fenómenos, no pudo evitar sentir dolor cuando fue penetrada por aquella bestia.
Examinó por un momento ese rostro que siempre había relacionado con una figura paterna y que ahora se deformaba en muecas de gozo; no pudo más que sentirse aún más excitada y se dejó llevar por el placer, hundiendo la cara en aquellos fuertes hombros, mordiéndolos con fuerza; los cascabeles de su gorro tintineaban cada vez más rápido.
Su padre la hizo girar, bajó la cremallera de su disfraz dejándolo caer y siguió follándola con ese inhumano miembro desde atrás, cargándola con el brazo izquierdo, mientras que con el derecho pellizcaba sus pezones o jugueteaba con su clítoris alternadamente.
La chica del cabello color sangre no tardó en alcanzar el clímax y emitió un potente grito de placer. Se liberó fácilmente de los brazos de aquel hombre, descendió del elefante (que seguía sin mostrar señas de que le importara un carajo lo que ocurriera sobre él) y se dirigió hacia un juego para probar la fuerza con un martillo que estaba junto a una serie de artículos de magia. La ansiosa estrella porno la siguió sin titubear. Alice tomó unas esposas de entre el equipo de magia y le ordenó a Nacho que se sentara en la parte del juego que golpea el martillo, le esposó los brazos detrás de la espalda y se aseguró de que la cámara lo enfocara correctamente.
Se acercó seductoramente a su progenitor y recorrió lentamente su miembro con su lengua; debido al maquillaje y el gorro que aún conservaba, Ignacio no pudo evitar recordar a una sensual villana de DC Comics, hasta que, por supuesto, ella se detuvo cuando él estaba por estallar. Empezó a quitarse el maquillaje con las manos y notó que se trataba de su única hija, aquella que había preferido abandonar en lugar de retirarse de la pornografía.
—¿No eres demasiado joven para hacer porno? —Fue lo primero que se le ocurrió preguntar de entre la maraña de dudas que llegaron a su mente. Alice lo miró, al principio confundida por su pregunta, y luego emitió una sonora carcajada.
—¿Es eso lo único que te importa? ¿Que soy demasiado joven?
Alice volvió a reír desquiciadamente, tomó el enorme martillo que se encontraba al lado del juego y golpeó con fuerza el pene aún erecto de su padre, ocasionando que su uretra expulsara un chorro de sangre y que Ignacio Borges gritara como jamás en su vida.
—Luego de abandonarme tantos años y de follarme, ¿es todo lo que te preocupa?
La chica dejó de sonreír y no le permitió contestar, pues reunió toda la fuerza que tenía en su pequeño cuerpo y golpeó la cabeza de su padre con el pesado martillo, primero del lado izquierdo y luego del derecho, destrozándole la mandíbula y rompiéndole numerosos dientes.
Dejó caer el martillo e hizo una reverencia ante la cámara como había visto hacer a las gemelas un par de horas antes. Volvió a ponerse su hermoso disfraz de arlequín y salió de aquél lugar dando pequeños saltos de felicidad; había quedado definitivamente complacida. Fuera, la esperaba la criada que le informó que era tiempo de saldar su deuda y la condujo hasta una habitación sin número, dejándola sola.
La chica se introdujo en aquel cuarto pobremente iluminado y siguió una pequeña luz parpadeante que identificó como la luz de una cámara que se encuentra grabando. Fue sorprendida por unos grandes brazos que la desnudaron y la llevaron hasta una enorme diana en la que sujetaron sus extremidades con brazaletes metálicos y la hicieron girar hasta que estuvo de cabeza.
La confusión y el asco se apoderaron de ella cuando apareció el enano bicéfalo que creyó muerto. Se encontraba desnudo, y comenzó a recorrer su rostro con su pequeño y flácido pene, mientras ella movía su cabeza intentando esquivarlo, sin lograrlo del todo. Apareció arrastrándose la viperina que le lamió un ojo con lascivia, mientras que Alice soltó un grito de repulsión; aquellas criaturas eran entretenidas para observarlas, pero tenerlas cerca era simplemente horrible. Sacudió sus brazos y piernas intentando liberarse, pero lo único que logró fue mover ligeramente la diana.
De pronto, notó cómo volvían a girarla, y creyó ilusamente que la liberarían, pero al mirar hacia el frente, vio que su tortura apenas comenzaba. La mujer araña se encontraba portando seis dagas, una en cada mano; Alice suplicó por su vida: «Yo no les hice nada, fueros ustedes mismos», dijo una y otra vez sin que nadie le respondiera.
La primera daga rasgó uno de sus muslos, dejando expuesto músculo y tejido adiposo, haciendo que Alice se retorciera de dolor, provocando que la diana girara. La segunda daga se clavó entre sus costillas, perforando uno de sus pulmones. La chica no dejaba de llorar y gritar que la soltaran; pero, contrario a eso, Betty lanzó la siguiente daga que se clavó en su pezón izquierdo, provocando un nuevo aullido de dolor. La cuarta daga fue a dar directamente a su ojo derecho, del que manó abundante sangre. La quinta acertó en su pequeño clítoris; la voz de la joven se había tornado ronca de tanto gritar, así que la mujer de seis brazos se decidió a terminar con su sufrimiento. La última daga perforó su yugular y la sangre bajó como una cascada bañando su delicado cuerpo. Mientras la vida abandonaba el cuerpo de la chica, ella solo podía pensar que, aún con el insoportable dolor, aquello había valido la pena.

De entre una aniñada cama de cortinas de seda colgantes, surgió un horrible grito de terror; se trataba de Alice, quien se había despertado de lo que creía que era el sueño más fantástico y macabro que jamás tendría. Corrió, entusiasmada, a buscar su diario para escribirlo antes de comenzar a olvidar los detalles. Al llegar a su librero, vio entre sus libros un DVD que nunca había visto, era una caja negra sin portada. La abrió con curiosidad y encontró una pequeña tarjeta, que decía: El burdel de la parafilas.
Sorprendida, miró bajo su camisón buscando alguna herida, encontrando únicamente una pequeña cicatriz entre sus costillas. Caminó hasta su clóset, guiada por un extraño impulso, y encontró en él aquel hermoso disfraz de arlequín. Sonrió ampliamente, aquella tarde volvería a usarlo y se masturbaría viendo el video, una y otra vez.
 
Continuara...

AMNESIA!

 

Te despiertas.
Estás en un hospital.
No recuerdas cuando ni como quedaste inconsciente pero tampoco tratas de recordar.
Buscas algo alrededor de la habitación, algún indicio que te diga dónde estás, pero no encuentras nada.
Decides irte, así que juntas la ropa que se encuentra junto a tu cama y te vistes para largarte rápidamente de allí.
No estás seguro de si esa ropa es tuya, pero piensas que debe serlo ya que es un cuarto para una sola persona.
Al salir de la habitación notas un ambiente extraño, no sabes que es hasta que… ¡eso es!
NO HAY NADIE MAS QUE TÚ.
Te sientes confundido, es decir, es un hospital ¿No tendría que haber enfermeras, pacientes y doctores por todos lados?
Pero no, solo estás tú.
La situación te pone incomodo, tienes un mal presentimiento sobre esto.
Te preguntas que fue lo que sucedió mientras estabas inconsciente.
Quieres largarte de allí desesperadamente.
Corres por los pasillos hasta la puerta y lo ves, ¡está cerrada con cadenas y candado!
Te desesperas, ¿Qué está pasando? ¿Quién te encerró ahí?
Tienes miedo de gritar por ayuda, pues temes que quien te encerró allí pueda regresar y seguir con cualquiera que fuera su propósito.
De todos modos, ¡no quieres averiguar quién diablos es él!
Quieres recordar sobre la última vez que estuviste consciente pero no tienes tiempo si quiera de respirar.
¡MALDITA AMNESIA!
¡Debes salir y rápido!
Corres hacia la puerta y tiras del picaporte, sacudiendo las cadenas a su vez, aunque sabes que tu esfuerzo por abrirla es en vano.
La desesperación ataca de nuevo y sufres el mayor miedo que has tenido en toda tu vida.
Recorres los pasillos buscando algo que pueda romper el candado.
Encuentras en la pared un extintor de incendios y decides golpear el candado con eso, tal vez consigas romperlo.
Tomas el extintor y vas hacia la puerta de nuevo.
Una vez allí, golpeas desesperadamente y con todas tus fuerza el maldito candado.
Luego de unos diez golpes el candado se rompe y cae al suelo.
¡SI! ¡ERES LIBRE!
Una vez fuera buscarás a la policía, y cuando todo este tema acabe todo volverá a la normalidad. Pero primero debes escapar.
Sacas las cadenas que rodean el picaporte y abres la puerta.
Lo que ves te deja paralizado…
… ves una carretera destruida y, en ella, lo que parecen miles de monstruos y todos vienen hacia ti.
Todo el ruido que hiciste al romper el candado les ha advertido de tu existencia y te ha puesto en su mira.
Corres por los pasillos buscando donde esconderte.
No miras atrás en ningún momento, pero sabes que te siguen porque escuchas el sonido de sus pasos detrás de ti.
Te encierras en el baño de tu antigua habitación y cierras la puerta con traba.
En un segundo estarán sobre la puerta y no sabes si ésta resistirá cerrada por mucho tiempo.
¡Espera! ¡Recuerdas todo!
El lugar donde estás… ¡es un refugio!
Todos salieron a buscar alimento, dejándote aquí debido al accidente que tuviste el día anterior.
Son pocos y por eso debían ir todos juntos.
La puerta no estaba cerrada para mantenerte dentro, estaba cerrada para mantener afuera a esos monstruos…
Los escuchas rasgar la puerta con sus garras.
Ya le han hecho una pequeña fisura a la puerta, por lo que sabes que entrarán eventualmente.
No tienes donde escapar.
Esperas tu muerte sabiendo que arruinaste la única oportunidad que tenían, tanto tú como tu familia, de sobrevivir a éste nuevo mundo.
La `puerta se rompe y me quedo en shock, pense en ese momento que tenia esperanza de sobrevivir
Me quede esperando un buen rato pero luego me percate que era mi...
PERDICION...

lunes, 17 de abril de 2017

El Burdel de las Parafilias: Estigmatofilia y algo más [Capítulo 4]



En su trabajo Liss estaba acostumbrada a observar a toda clase de esperpentos, depravados, exconvictos y mujeres tan horribles que resultaría difícil que consiguieran sexo gratuito, por lo que le pareció curioso tener a un espécimen como su interlocutor en el burdel. Se trataba de un muchacho alto de veinte años, con facciones delicadas, cabello negro rizado y una piel tan perfecta y blanquecina como la porcelana, además de portar gafas oscuras; de inmediato, ella pensó en un Jim Morrison muy joven, lo único que disminuía ligeramente su atractivo era su pronunciada delgadez.
—Bien, Mattew, ¿por qué viniste al burdel? —preguntó ella con verdadero interés.
—He escuchado que son en extremo complacientes, y que no conocen límites por lograr satisfacer a sus clientes —pronunció él con voz grave.
—Es verdad —le respondió y lo invitó a continuar.
—Estoy interesado en una joven que asiste a mi universidad, tiene varios tatuajes y perforaciones. Verás, soy estigmatofílico.
—De acuerdo… aunque con tu físico no entiendo por qué necesitas de nuestra ayuda, somos un burdel, no cupido.
—Mi interés por ella dista mucho de ser romántico, y la estigmatofilia no es mi única parafilia; digamos que la otra no entra en los límites legales, así que…
—Entiendo, necesito el nombre de la chica y una fotografía, o en su defecto su cuenta de Facebook. ¿Tienes alguna otra petición?
—Quiero tener disponible una cocina bien equipada y un comedor con una mesa bastante grande, además de unos diez metros de cuerda. Eso sería todo. —Dicho esto, le proporcionó los datos de la universitaria, y Alyssa le indicó que su habitación estaría lista pronto, para luego invitarlo a esperar en la orgía o en el espectáculo del día; pero Matt era demasiado egocéntrico como para estar en un sitio donde él no fuera el centro de atención, así que optó por la primera opción.
El larguirucho joven caminó a un costado de aquel grupo de cuerpos que se agitaban y exclamaban de placer; se sentó en un sillón cercano a observarlos sabiendo que no era necesario acercarse a ellos. Rápidamente, las féminas centraron su atención en él distrayéndose de sus lúbricos movimientos; una chica morena de cabello corto ondulado y amplias caderas se abalanzó sobre él desnudándolo, y Mattew lo permitió gustoso. Otra joven de ojos grises, con un cuerpo aniñado y facciones de muñeca japonesa, se le acercó besándolo y jugueteando con su rizada cabellera.
La primera chica terminó de despojarlo de su vestimenta dejando al descubierto su bien dotado miembro; al verlo, la muñeca viviente se acercó a lamerlo con lascivia y su compañera hizo lo mismo. A Matt le fascinó la escena, el par de mujeres recorriendo su virilidad con sus lenguas que se cruzaban a ratos.
Harta de la situación, la morena empujó con facilidad el pequeño cuerpo de la chica de los ojos grises, se colocó sobre el atractivo joven sin evitar exclamar ligeramente de dolor cuando aquel enorme miembro la penetró por completo. La enclenque mujer ya se había levantado del piso y se disponía a atacar cuando una criada interrumpió la situación.
—Disculpe, su cuarto ya está listo.
—Claro, ¿podrían acompañarme estas chicas?
—Si ellas gustan, no hay ningún problema.
Ambas chicas aceptaron gustosamente seguir a su galante amante y le proporcionaron sus seudónimos. La caderona chica morena era conocida como Velvet, y Marion era la pequeña muñeca de los hermosos ojos grises. Él caminó con cada brazo en la desnuda cintura de sus guías y ellas lo condujeron hasta su habitación, la trecientos siete, y soltó por un momento a sus bellas acompañantes para abrir aquella sencilla puerta de madera blanca.
Al hacerlo, se encontró con el objeto de sus más oscuros y perversos pensamientos: Clare, conocida como «la Fantasma» por su lechosa piel. Estaba ataviada como acostumbraba con una ligera camiseta negra que dejaba poco a la imaginación, una cinturilla de látex, una falda corta y botas de charol con tacones de aguja gigantescos; su tersa piel mostraba tatuajes en los brazos y la espalda, y en su bello rostro estaban perforados su nariz, su labio inferior y su lengua.
Clare caminó felinamente hacia él. Con tan solo mirarla con aquella vestimenta en su voluptuoso cuerpo tatuado, él tuvo una fuerte reacción, pues la había deseado tanto tiempo y ahora la tenía por fin; pero ¿accedería realmente a sus proposiciones? Y lo que era más importante, ¿podría llevar a cabo su mayor fantasía?
Dio un rápido vistazo al lugar, era justamente lo que había solicitado: una amplia cocina y un comedor como el que tendría cualquier casa, además de varios metros de cuerda debajo de la mesa. La conversación con Clare fue en extremo fugaz pero deliciosa, en la universidad ella siempre lo miraba con desdén y él jamás se había atrevido a hablar con ella hasta ese momento. Le propuso compartir a aquellas chicas, y ella aceptó sin meditarlo. Matt llegó a la conclusión de que debieron pagarle, costo que seguramente incluirían en su cuenta a pesar de haberle dicho que el pago no sería monetario.
Procedió a cortar un tramo largo de cuerda con un machete que encontró en la cocina y lo colgó al techo. Le ató los brazos a Velvet mientras Clare extraía de su bolsa de mano una correa que le colocó a Marion y la fustigaba diciéndole que era su mascota y que solo debía moverse a gatas. El chico procedió a atar las piernas de Velvet igualmente al techo, dejándola pendiendo frente a la mesa. La Fantasma hizo que su esclava subiera a la mesa y comenzara a lamer la vagina expuesta de su compañera mientras le asestaba fuertes golpes con su fuete para que aumentara la velocidad.
El falso rey lagarto, entusiasmado por la escena, procedió a utilizar la cavidad libre de la colgante chica morena que aulló de dolor al sentir cómo desvirginaban aquella zona suya con tan gigantesca erección, aunque el sufrimiento pronto se tergiversó en un inmenso placer; para Mattew, aquella sensación era apenas comparable con la excitación que le producía ver cómo Clare fustigaba a Marion con crueldad.
Tomó el machete con el cual había cortado la cuerda y lo dejó caer con fuerza sobre el muslo izquierdo de Velvet; la sangre salpicó a la muñeca viviente sin que ella lo notara y Velvet comenzó a gritar de dolor. Tras cuatro certeros machetazos más, la pierna se desprendió, y Mattew procedió a realizar el mismo procedimiento con la otra pierna en tanto su víctima aullaba de dolor y se retorcía intentando evitar su mutilación. Cuando hubo terminado, la sádica fantasma le ordenó a su mascota que lamiera aquellos muñones; Marion se negó con asco, pero luego de las terribles agresiones de Clare, ya los estaba lamiendo fervorosamente.
Entusiasmado por la escena, el joven procedió también a amputarle los brazos. Velvet suplicaba que la matara en lugar de dejarla vivir de aquella forma, pero él no le prestó atención; estaba demasiado fascinado con lo sencillo y placentero que resultaba manipular aquel cuerpo cercenado sobre su miembro. No obstante, el patético rostro ensangrentado de Marion lo distraía demasiado.
—Clare, ¿acaso te parece correcto que la mascota esté sobre la mesa?
La voluptuosa mujer jaló la correa de la chica y su flacucho cuerpo cayó enseguida, se colocó sobre ella sosteniendo un cuchillo que había extraído de su bolsa, acercó su rostro al de la chica que destilaba terror y le lamió un ojo, tras lo que le asestó una puñalada en él, retorciendo el cuchillo, destrozando así su globo ocular dejando solo una cuenca sanguinolenta. Enloquecido por esta visión, Matt arrojó el cuerpo de Velvet y se dirigió hacia ella, la obligó a ponerse de rodillas y penetró aquella cavidad con un poco de dificultad debido al reducido espacio de esta; sin embargo, al lograrlo sintió la experiencia más placentera de su vida, aquel sitio era tan estrecho, tan tibio, ¡y la sangre que manaba de él! Simplemente le pareció una delicia aumentada por la visión del bello rostro de muñeca que suplicaba por piedad mientras Clare seguía golpeándola cada vez más fuerte. Aquel atractivo joven no puedo soportarlo más y descargó sus fluidos dentro de esa cuenca.
Y aún tenía frente a él a Clare, su plato fuerte, la razón que lo había conducido a aquel lugar y la musa que lo había inspirado a llevar a cabo esos barbáricos actos. Pensó por un mínimo instante en preguntarle cómo es que la habían convencido, pero decidió que no había tiempo de nimiedades como esa, tendría que quedarse con la duda.
La hizo sentarse sobre la mesa, lamió su lechoso cuello y mordisqueó sus amplios hombros en tanto recorría su basto cuerpo con las manos. Desató con destreza su cinturilla y la despojó de su camiseta, dejando expuestos sus grandes pechos de rosáceos pezones perforados, y lamió uno de ellos jugueteando con aquellas puntas metálicas. La recostó sobre la mesa desatando velozmente sus botas y le retiró la minúscula falda, encontrando un gran tatuaje en su muslo derecho. La ropa interior se la retiró lentamente, gozando de aquel momento al máximo hasta que la tuvo completamente desnuda, y completamente suya.
Contempló su magnífica desnudez, y ella le dirigió una seductora sonrisa que se desvaneció cuando él comenzó a atarle brazos y piernas a las patas de la mesa, para luego desaparecer de su vista; ella escuchó cómo revolvía utensilios de cocina hasta que finalmente regresó.
—¿Sabes? Tenía dudas de cómo procedería ahora, pero encontré un sartén eléctrico, y eso ayuda bastante —dijo de pronto y colocó el sartén junto a ella.
—¿Para qué quieres un jodido sartén eléctrico?
—Nunca me ha gustado la carne cruda —respondió con un ligero tono humorístico y, repentinamente, le clavó un tenedor en el seno derecho como apoyo para cortarlo con uno de los afilados cuchillos; Clare lo maldijo tanto como pudo, pero era como si él no pudiera escucharla. Sazonó el trozo de carne y procedió a colocarlo sobre el sartén; el aroma le resultó embriagante y, cuando hubo estado bien cocido, lo vislumbró momentáneamente, pensando que con aquella perforación le resultaba aún más tentador. Cuando se lo llevó a los labios, sintió que estaba degustando el más excelso manjar de su existencia.
Probó luego la carne de su espléndido trasero y su rosada vagina; ambos le resultaron exquisitos, y, ¡ah!, los desgarradores gritos de dolor que ella exclamaba le resultaban tan magníficos como cualquier caprice de Paganini, hubiera querido deglutirla por completo como había fantaseado tantas veces; sin embargo, sabía que era físicamente imposible, así que decidió llevar a cabo su fantasía final.
Tomó un bote de crema batida que había encontrado en el refrigerador y lo introdujo en la garganta de Clare liberando su contenido; esta se ahogó con la mitad de la crema, por lo que el resto quedó acumulado en su boca. Mattew decapitó a su víctima con tres machetazos y puso aquella cabeza sobre su palpitante músculo erecto. Fue indescriptiblemente delicioso, la sangre mezclada con la crema batida daban una sensación extraordinariamente placentera, además de que los vidriosos ojos de Clare mirándolo acrecentaban su gozo. Movió frenéticamente aquella cabeza hasta que estalló de placer, provocando que de la boca de Clare surgiera semen mezclado con la dulce crema.
Contempló la cabeza de aquella chica que siempre lo había mirado desdeñosamente, y quiso conservarla, pero le pareció inconveniente y decidió simplemente vestirse y abandonar el lugar.
Bajó por el elevador y no vio rastro de la criada o Liss, y pensó que si corría lo suficientemente rápido lograría escapar sin pagar la temida y desconocida cuota; pero justo antes de alcanzar la puerta, sintió un pinchazo en el cuello y cayó al suelo. Despertó totalmente inmóvil y con la visión ligeramente borrosa, notando una silueta femenina moviéndose frente a él.
—¿Acaso no leíste el contrato, Mattew? El precio SIEMPRE se paga —La voz le resultaba vagamente familiar… ¿Liss? Su vista estaba aclarándose poco a poco—. La droga que te inyecté te impedirá moverte, aunque podrás sentirlo todo.
Mattew parpadeó varias veces, era el único movimiento que podía hacer. Por fin su visión se aclaró: la mujer que estaba frente a él llevaba la ropa de Clare, ¿qué clase de enferma robaba la ropa de una muerta? Aquella mujer le puso un objeto frente al rostro, un gancho como los que se usan para sostener a los cerdos decapitados en las carnicerías. Mattew dirigió su vista hacia su captora, y contempló con terror que se trataba de Clare. «No puede ser, yo te maté, ¡yo te maté!», se repetía mentalmente. Ella pareció entender lo que pensaba y soltó una estridente risa.
Aquella fantasma clavó el gancho en los genitales de Matt y jaló de la cuerda que lo sostenía levantándolo varios centímetros del suelo; su escroto sangraba, y como ella lo dijo, él no podía más que sentir aquel insoportable dolor y las lágrimas que brotaban de sus ojos a causa de este. Maldijo una y otra vez a Clare mentalmente, suplicó y rogó a un Dios del que siempre había renegado que lo salvara de aquel terrible sufrimiento, que simplemente se volvió peor, pues Clare comenzó a desollar su rostro y su cuero cabelludo. Luego le llevó un espejo y él quiso evitar aquella visión horrible, pero ya no poseía párpados y tuvo que observar cómo su belleza se había desvanecido, dejándolo como un adefesio rojizo y desagradable.
Por fin pudo mover los labios y formuló una sola palabra:
—¡Bájame!
Su torturadora sonrió perversamente, alzó lentamente un largo cuchillo y le cortó de tajo los genitales; Mattew cayó fuertemente al piso y miró con horror su virilidad aún colgada del gancho… gritó hasta quedar ronco.

Mattew se despertó con su propio grito. Asustado, palpó su entrepierna; todo seguía en su lugar. Corrió hacia el espejo del baño: su bella piel se mantenía sobre su cráneo. Miró el reloj, una vez más se le había hecho tarde para llegar a la escuela. Tomó sus cosas de prisa y corrió hacia la universidad que estaba bastante cerca de su departamento. A pocos pasos de llegar a su salón, sintió una mano en su hombro, y, al voltearse, se encontró de frente con Clare. No pudo contener una reacción de miedo al recordar su terrible «sueño».
—Disculpa, se te cayó esto —le dijo ella entregándole una pequeña tarjeta blanca, y se fue. Mattew la miró y casi la deja caer, cuando la leyó: «El burdel de las parafilias». Le gritó a Clare, quería hablar con ella sobre lo que había sucedido, pero ella solo le guiñó un ojo y se llevó el dedo índice a los labios. Él entendió la señal, nunca hablarían de aquel asunto.
 
 
 
Continuara...............

sábado, 15 de abril de 2017

NO HABRAS LA PUERTA

Hace 2 años, estaban en su casa, tan tranquilos, María, una señora de 40 años que se había divorciado recientemente, con su hijo pequeño de tan solo 8 años. Como era de costumbre María se tenía que ir todas las noches a trabajar, debido a que era una mujer con muchas responsabilidades (tanto en su trabajo como en su casa). Pero aquel día sería muy diferente al resto de los demás; ya que, cuando se encontraban cenando vieron en las noticias que un asesino en serie, muy peligroso y agresivo había escapado del centro penitenciario de la ciudad. Lo más grave de la noticia no era que este interno hubiese escapado, lo peor era que había sido visto pocas manzanas cercanas del hogar de la familia. Esto provocó la incertidumbre de María que al irse al trabajo tenia que dejar a su hijo solo en casa. Maria para prevenir desgracias cerró las ventanas, puertas, y le explicó lo siguiente a su hijo: No habrás ninguna ventana ni las puertas. Aunque llevo las llaves, por si ocurre algo, yo llamaré 3 veces seguidas al timbre o simplemente me reconocerás por la voz y entonces sabrás que soy yo. Llegado el momento, María se fue a trabajar y dejó a su hijo solo. Éste, lleno de miedo, cerró la puerta a cal y canto y se puso a ver la tele para relajar la mente. Al cabo de rato, el chico ya estaba dormido cuando de pronto llaman a la puerta. POM...POM....el chico se despertó y aterrado se dirigió muy despacio hacia la puerta y dijo: ¿Eres tú mamá? La respuesta vino con otra serie de golpes acompañados de un susurro escalofriante que decía: JABREME DA PUETA. El niño atemorizado huyó hacia su habitación donde se pasó la noche llorando y esperando a que llegase su madre, hasta tal punto que se quedó dormido. Al día siguiente cuando se levantó se dio cuenta de que su madre no había vuelto. Y aún con miedo se dirigió a la puerta que conducía a la salida de la casa y se encontró a su madre con las piernas cortadas (por lo que no pudo llegar al timbre), la lengua cortada (por lo que no le pudo reconocer la voz) y totalmente ensangrentada. Desde ese día este chico tuvo que estar hospitalizado en un psiquiátrico y no pudo dormir sin sufrir constantes pesadillas........ Y si os preguntáis por que sé, es por que, simplemente, soy ese niño.

El Burdel de las parafilias: Hibristofilia, masoquismo y Bundy [Capítulo 3]





Ahí estaba Alyssa Romanova (Liss) entrevistándose con una nueva clienta. Recibía a unos cuarenta al día, de los cuales apenas la mitad aceptaban los términos del acuerdo, y muy pocos eran los que hacían peticiones interesantes. Frente a ella se encontraba una joven de diecinueve años —bastante delgada— que evitaba hacer contacto visual y llevaba una falda corta y una camiseta de tirantes: su nombre era Jazmín Auz.
—De acuerdo, señorita Auz, ¿vino porque tiene algo en específico en mente o quiere que le sugiera alguna de nuestras parafilias más populares?
—He pensado en algo, pero es… es algo imposible —Al escuchar esto, Alyssa apenas evitó hacer un sonido de molestia; escuchaba esa palabra muchas veces al día y rara vez precedía a una fantasía difícil de realizar, normalmente se referían a alguna situación incestuosa o de adulterio, nada que un buen secuestro no pudiera solucionar. Muy raras ocasiones había circunstancias más complejas, pero no había imposibles para ella.
—Esa palabra no existe para nosotros —respondió Liss con completa convicción.
—Quiero tener sexo con Ted Bundy —le respondió Jazmín mirándola por primera vez a los ojos, desviando de inmediato la mirada y retomando su tono tímido—. Bueno, no tendría que ser él, no quiero tener sexo con un esqueleto… podría ser un imitador.
—Ted Bundy, buena elección. ¿Tiene alguna otra petición?
—Sí, quiero que sea agresivo, pero no lo suficiente como para hacerme daño permanente.
Liss le dijo que su habitación estaría lista pronto y le indicó que esperara en la sala dos. Jaz entró tímidamente a aquel lugar ruidoso y tomó asiento lejos del resto de la gente. En el escenario había una mujer desnuda y amordazada, de pie, con los brazos y piernas atados a los extremos del lugar; a su lado había una mujer con un vestido diminuto de cuero, que portaba una máscara de conejo negra que solo dejaba al descubierto sus labios, y a la orilla del escenario había una anciana de aspecto maligno, sentada en una mecedora con una canasta llena de utensilios diversos.
La coneja se acercó a la mujer encadenada con un machete gigantesco, acarició su cuerpo y mordió uno de sus pezones haciendo que se estremeciera. Se introdujo dos dedos a la boca para humedecerlos y empezó a manipular el clítoris de su esclava, que a pesar del temor, no pudo evitar sentir placer. Con la mano libre, alzó el machete y lo dejó caer sobre el muslo izquierdo de su víctima, rebanándolo cual filete, y provocando que se retorciera frenéticamente y gimiera de dolor. Le arrojó el trozo de piel a la anciana, que comenzó a manipularlo con sus arrugados y deformes dedos.
La torturadora siguió desollándola como si fuera un animal, jalándole la piel y utilizando el machete cuando era necesario, mientras que su víctima lloriqueaba suplicante. Arrojaba los trozos de piel a la anciana, que movía las manos con una velocidad anormal y no permitía ver lo que hacía con aquellos restos humanos.
El escenario estaba salpicado de sangre y la víctima ya no reaccionaba demasiado; Jazmìn estaba impresionada, quería tocar aquel cuerpo rojizo y viscoso que apenas conservaba piel en los brazos, pies y rostro. La sádica liebre tomó unas pinzas de entre las herramientas de la anciana, le quitó la mordaza a la figura ensangrentada y comenzó a arrancarle los dientes uno por uno, arrojándoselos a la anciana que los tomaba y usaba para un propósito desconocido. Cuando terminó con la dentadura, la observó detenidamente: ya no conservaba fuerza alguna y apenas era sostenida por las largas cadenas. Acarició su rostro agonizante con sangre fluyendo de las encías lastimadas, y lo besó procurando lamer toda la sangre en él. De pronto la voz de la anciana la interrumpió, había terminado su extraño cometido.
De pie se podía notar que la anciana no podía medir más de un metro cincuenta. Ella caminó hacia la enmascarada sosteniendo el montón de piel humana, desató su pequeño atuendo de cuero que cayó al suelo, dejando ver un juvenil cuerpo perfecto, y, en su lugar, colocó los trozos de piel que había convertido en un vestido. Le quitó la máscara y la remplazó por una diadema que había decorado con los dientes arrancados. Al retirarse la anciana, Jazmín pudo notar que la sádica coneja era tan solo una jovencita de quince años.
Con el vestido de piel y la diadema parecía una versión gore del hada de los dientes. Caminó por el escenario como si se tratara de una pasarela, y, finalmente, hizo una reverencia ante el público que estalló en aplausos. Jaz estaba maravillada ante el espectáculo y se unió al entusiasmo general, hasta que una voz aguda la asustó.
—Señorita Auz, su habitación está lista —le dijo una criada—. Le corresponde la docientos siete, sígame.
Jazmín la siguió hasta el segundo piso, entonces le fue entregada una tarjeta y una pequeña llave, ambas con el número docientos siete en ellas; le pareció un poco extraño que la acompañara hasta ese punto, pero no hasta su habitación, mas no le dio importancia y se dedicó a buscar su habitación.
Todas tenían grandes puertas metálicas, lo que la puso un poco nerviosa, pero siguió caminando hasta la docientos siete y deslizó su tarjeta por la ranura indicada; la puerta se deslizó automáticamente. Jaz dio un par de pasos hacia dentro y la puerta volvió a cerrarse, asustándola. Tras un pequeño pasillo había una puerta de madera con un letrero en ella, «T. Bundy»; por un momento se sintió como Clarice visitando a Lecter, pero a diferencia de ellos, aquí no habría un vidrio entre ambos. Introdujo la llave en la cerradura, rogando por que la fama del lugar estuviera justificada y que no apareciera frente a ella un imitador de Bundy regordete y grotesco. Giró la llave y entró al lugar.
Era un cuarto de hotel como cualquiera, con escasos muebles (tal parecía que hasta ahí había llegado su presupuesto) y pudo ver a un hombre en cuclillas que parecía muy abstraído en alguna actividad, pues ni siquiera volteó cuando ella cerró la puerta. Estaba de espaldas, así que Jazmín se acercó cautelosamente intentando descubrir qué era lo que hacía. Cuando estuvo a apenas un metro de distancia, lo averiguó con horror: estaba agazapado sobre el cadáver de una mujer, extrayendo sus intestinos con la ayuda de un largo cuchillo.
Jaz no pudo reprimir un grito y el hombre giró hacia ella, era increíblemente parecido a las fotografías y videos que había visto de Ted Bundy; el cruel asesino salpicado de sangre dejó al cuerpo inerte y se acercó a ella, aún sosteniendo su afilada arma. La mujer estaba paralizada por una oleada de excitación y terror, que aumentó cuando él la sostuvo fuertemente de la cabellera y la besó con brusquedad, para luego abofetearla con tanto ímpetu que la derribó.
El rostro de Jazmín ardía y palpitaba deliciosamente por el dolor, y deseó a ese hombre más que nunca. Él se arrodilló frente a ella, recorrió sus piernas desnudas lentamente con el cuchillo hasta llegar a su falda, que cortó violentamente causándole heridas en los muslos, en tanto que su ligera camiseta cedió con facilidad ante el filo, al igual que su ropa interior.
Aquel psicópata cerró una de sus largas y fuertes manos alrededor del cuello de Jazmín mientras la penetraba bestialmente, luego tomó las piernas de la joven y las puso sobre sus hombros, tras lo cual comenzó a propinarle fuertes puñetazos en el rostro hasta hacerla sangrar.
Ella gozaba con ese intenso dolor que ninguno de sus previos amantes había logrado proporcionarle, y sufrió un espasmo casi orgásmico cuando sintió cómo su labio inferior se rompía liberando una buena cantidad de sangre, que lamió con una mueca lasciva, lo que enfureció a su compañero.
—¡Así que te gusta la sangre, perra! —pronunció al mismo tiempo que la arrastraba por el cabello hasta donde se encontraba el cadáver y la arrojó de bruces contra él. Bundy la mantuvo así, de rodillas frente a aquel despojo humano, y le introdujo su palpitante miembro por el ano mientras azotaba su cabeza contra los órganos expuestos de lo que alguna vez fue una mujer.
Así, siendo sodomizada, con la cabeza hundida entre vísceras, y sintiendo cómo aquel asesino serial le tajeaba en la espalda y las piernas que se humedecían de sudor y sangre, Jazmín tuvo el mayor orgasmo de su vida, y al poco tiempo sintió cómo sus heridas eran salpicadas de líquido seminal.
—Ahora lárgate, si no quieres terminar como ella —le dijo Ted señalando al cadáver que le había servido de almohada. Jazmín se envolvió con una sábana, tomó rápido el par de llaves y salió de aquel cuarto sonriendo satisfecha (o al menos intentándolo, ya que su maltrecho y adolorido rostro no podía gesticular del todo). Sin embargo, su sonrisa se desvaneció cuando notó que la puerta no tenía una ranura para deslizar su tarjeta como en el exterior; de hecho, no se veía ninguna posible forma de abrirla desde adentro. Intentó empujarla, deslizarla e incluso golpearla, pero nada funcionó. De pronto, escuchó una voz y se dio cuenta de que provenía de un interfono.
—¿Ha terminado, señorita Auz? —pronunció la voz de Liss.
—Sí, ya quiero salir —respondió ella observando con temor la puerta con aquella inscripción, «T. Bundy».
—Claro, aunque antes debemos hablar de su pago.
—Bien, déjeme salir de aquí y podremos hablar de eso —contestó sin dejar de mirar hacia la puerta.
—No es necesario. Verá, el sr. Bundy realizó un viaje bastante largo para complacerla, y sería injusto que se marchara tan pronto, así que su pago será mantenerlo entretenido un poco más.
—Pero… —Un sutil sonido indicaba que la comunicación se había cortado. Jazmín gritó suplicante que la dejaran salir, mirando aterrorizada a aquella puerta de madera, y sus ojos se humedecieron cuando Ted fue el único que reaccionó con sus gritos.
—Ah, sigues aquí —le dijo obligándola a entrar de nuevo al cuarto mientras ella lloriqueaba y forcejeaba, tratando de liberarse inútilmente.
Él la ató a una silla, desprendió el largo tubo metálico del clóset con el que contaba aquella habitación y comenzó a golpearla con furia; a ella, el dolor dejó de parecerle estimulante cuando sintió cómo los huesos de sus piernas se rompían y sobresalían de su piel. Ya no veía a aquel hombre como un símbolo sexual, sino como el monstruo sádico que era, hasta que, de pronto, la miró casi misericordiosamente, recuperando un poco de su encanto.
—Me da tanta pena ver a un hermoso rostro como este tan maltratado —pronunció acariciándola. Tomó una funda de almohada y se la colocó en la cabeza, atándola fuertemente en el cuello y así limitando la respiración de Jaz al mínimo.
Jazmín sentía todo su cuerpo como una gran herida abierta y creyó que era imposible sentir aún más dolor. Escuchó que su agresor se alejaba, y pensó que por fin se había aburrido de ella; pero, entonces, el sonido de madera rompiéndose la asustó. Sintió cómo él abría sus adoloridas piernas y deslizaba una mano hacia su vagina; no pudo evitar sentir un poco de placer ante ese contacto, pero se desvaneció rápidamente cuando la pata de una silla penetró dentro de ella. Quiso gritar, pero la presión sobre su garganta se lo impidió y comenzó a sentir cómo la vida se escapaba de su cuerpo.

Jazmín se despertó sobresaltada en su cama, sudor frío resbalaba por su espalda. Se llevó las manos al cuello para comprobar que ahí no había nada. Luego corrió a mirarse al espejo de su tocador, tenía el labio inferior morado e hinchado al igual que el ojo izquierdo, pero nada más, y en una esquina del espejo miró una tarjeta, que decía: «El Burdel de las Parafilias». Leyó el reverso, sonrió ampliamente, y dijo:
—Claro que volveré.

sábado, 8 de abril de 2017

Un Huevo

Fue un accidente de auto. Nada particularmente destacable, pero fatal sin duda. Dejaste a una esposa y dos hijos. Los paramédicos hicieron su mejor esfuerzo por traerte de vuelta, pero no había nada que hacer. Tu cuerpo estaba completamente destrozado, fue mejor así, créeme.
Y entonces me viste.
— ¿Qué… qué ocurrió? —Me preguntaste—, ¿dónde estoy?
—Moriste —te dije de una vez. No hay por qué andar con rodeos.
—Había un… un camión, y se estaba saliendo del camino…
—Un choque.
— ¿Morí?
—Pero no te sientas mal por eso. Todos mueren.
Miraste alrededor. No había nada, sólo tú y yo.
— ¿Qué es este lugar? —me preguntaste—. ¿Es lo que hay después de la vida?
—Más o menos —te respondí.
— ¿Eres Dios?
—Sí, lo soy —te dije, para tu estupefacción.
—Mis hijos… mi esposa…
— ¿Qué con ellos?
— ¿Estarán bien?
—Me gusta eso. Apenas moriste y tu mayor preocupación es tu familia. Eso es bueno.
Me miraste fascinado. Para ti no me veía como Dios, me veía como cualquier hombre. Alguna vaga figura de autoridad. Más un profesor de gramática que el Todopoderoso.
—No te preocupes —te dije—, estarán bien. Tus hijos te recordarán como alguien perfecto en todos los sentidos. No tuvieron tiempo para guardarte algún rencor. Tu esposa se lamentará en público, pero secretamente sintiéndose aliviada. Para ser sincero, tu matrimonio estaba desmoronándose. Si te sirve de consuelo, se sentirá muy culpable por sentirse aliviada.
—Ah… Entonces, ¿qué pasa ahora?, ¿podré ir al Cielo o al Infierno o algo así?
—A ninguno. Reencarnarás.
—Vaya —murmuraste—, los hindúes tenían razón.
—Todas las religiones tienen razón a su manera. Ven conmigo.
Seguiste preguntando mientras paseábamos por el vacío. 
— ¿Dónde vamos?
—A ningún lugar en particular. Es agradable caminar mientras hablamos.
— ¿Cuál sería el punto de esto? —no demoraste en preguntarme—. Cuando renazca, seré como un pizarrón en blanco, ¿no? Un bebé. Y así toda mi experiencia y lo que hice en esta vida no importará.
—Te equivocas, tienes contigo el conocimiento y experiencias de todas tus vidas pasadas, sólo que no lo recuerdas ahora mismo —paré de caminar y te tomé por los hombros—. Tu alma es más hermosa, magnífica y gigante de lo que puedas imaginar. Una mente humana puede contener apenas una fracción de lo que eres. Es como meter tu dedo en un vaso de agua para ver si está caliente o frío. Pones una pequeña parte de ti en el vidrio, y cuando lo quitas, consigues toda la experiencia que tenía.
Has sido un humano por los últimos 34 años, en estos instantes no puedes sentir el resto de tu inmensa conciencia. Pero si nos quedáramos aquí por más tiempo, comenzarías a recordar todo. Claro que no tendría sentido hacer eso entre cada vida.
—Supongo que habré reencarnado infinidad de veces…
—Oh sí, muchas veces, y en muchas vidas distintas. Esta vez reencarnarás en una campesina china del año 540 d. C.
—No, ¿qué? —Tartamudeaste—, ¿me enviarás al pasado?
—Pues, técnicamente. El tiempo, como lo conoces, sólo existe en tu universo. Las cosas son diferentes de donde vengo.
— ¿De dónde vienes? —curioseaste.
— ¡Oh claro! —te empecé a explicar—. Vengo de algún lugar… un lugar distinto a éste. Donde hay otros como yo. Sé que querrás saber cómo es ahí, pero sinceramente no entenderías.
Estabas algo decepcionado. —Pero en tal caso, si reencarno en otros lugares y épocas, ¿podría interactuar conmigo mismo en algún momento?
—Seguro. Ocurre todo el tiempo. Con ambas vidas sólo preocupadas de su propia existencia, nunca te percatas de ello.
— ¿Cuál sería el punto? —reiteraste.
— ¿Lo dices en serio?, ¿me preguntas por el sentido de la vida?… ¿No te parece muy trillado?
—Es una pregunta razonable —insististe.
Te miré a los ojos. —El sentido de la vida, la razón por la que hice este gran universo, es para que madures.
— ¿Te refieres a la raza humana?, ¿quieres que maduremos?
—No, sólo tú. Hice este universo para ti. Con cada nueva vida creces y maduras, y aumentas tu intelecto.
— ¿Qué hay de los demás?
—No hay nadie más —te dije—. En este universo, no existe nada más que tú y yo.
Palideciste. —Pero toda la gente en la Tierra…
—Todos son tú. Diferentes encarnaciones de ti.
—Espera, ¡¿soy todos?!
—Ahora lo vas entendiendo —te dije, con una palmadita de felicitación en la espalda.
— ¿Soy cada humano que ha vivido?
—O que vivirá, sí.
— ¿Soy Abraham Lincoln?
—Y eres John Wilkes Booth, también —agregué.
— ¿Soy Hitler? —me preguntaste, cohibido.
—Y eres los millones que mató.
— ¿Soy Jesús?
—Y eres cada uno que cree en él. —Quedaste en silencio.
Cada vez que victimizaste a alguien —empecé—, te victimizaste a ti. Cada acto de bondad que has hecho, te lo hiciste a ti. Cada momento feliz y triste que ha sido experimentado por cualquier ser humano, fue, o será, experimentado por ti.
— ¿Por qué?
—Porque algún día serás como yo. Porque eso es lo que eres, uno de mi clase. Eres mi hijo.
—Vaya… —me dijiste incrédulo—. ¿Quieres decir que soy un dios?
—No, aún no. Eres un feto. Seguirás creciendo. Una vez que hayas vivido cada vida humana en todos los tiempos posibles, habrás crecido lo suficiente para nacer.
—Entonces todo el universo —me dijiste— es…
—Una especie de huevo —te respondí—. Ahora es tiempo de irte a tu próxima vida.
Y con eso, te envié hacia tu destino.

El Burdel de las Parafilias: Anofelorastia y flashbacks [Capítulo 6]

Coloca una nueva hoja sobre su restirador, en la esquina superior izquierda se encuentran dos bocetos: el primero muestra a una chica con u...